Se alejo una vez y dos veces, y camino al final de la noche esperando poder encontrar su alba. Yo la vi de espaldas alejarse lentamente como bailando en cada paso, mi corazón le otorgaba el ritmo a su caminar tortuoso. La marcha de mis latidos se detuvo en seco una vez que se desvaneció su imagen fría, se detuvo una vez y dos veces. Y desde entonces en mi corazón no hay latidos, ni marchas , ni ritmo. Es solo la bóveda de los sueños que hacen enloquecer al cuerdo y temblar al seguro.
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